viernes, 19 de junio de 2009

"La organización" Capítulo 3.

Cuando me desperté por la mañana, creí que se me iba a caer el mundo encima. !Las once de la mañana y todavía en la cama! No quería pasarme más de lo necesario en esa maldita ciudad !Y me quedaba dormida!.
Una ducha rápida, un desayuno express por el que tuve que pelearme con el camarero, negándose a darme nada después de las diez y una moto esperándome en el lugar que la había dejado el día anterior, mi hermosa harley me esperaba ansiosa de ser montada.
Saqué mi pequeña maquinilla de la organización y pulsé varias veces seguidas su pantalla mientras me ponía el casco. Varios pitidos y la imagen de un radar apareció, esperando ansiosa a que la siguiera.
!Vaya! Iba a ser más rápido de lo que yo pensaba encontrar ese medallón. !Aún no me había movido y ya había recibido su señal!. Una sonrisa se esbozó en mi rostro cuando arranqué la moto y me puse en marcha.
Mi cara se desencajó cuando vi el lugar donde parecía estar el medallón, un palacete con las puertas cerradas de las más altas cunas de la ciudad. Busqué con la mirada a alguien a quien preguntar y encontré a un guardia sentadito en una silla, sin hacer lo que debía hacer. Vigilar.
- Disculpe. ¿Sabe de quien es este palacete?.- Alzó la mirada, me miró de arriba a abajo evaluándome, primero mis cabellos negros, mis ojos verdes, mis labios carnosos, mi cuello desnudo, mi escote pronunciado y mis ajustados pantalones. Realmente valía la pena contestarme.
- Es del señor Rodewell, esta noche hará una gran fiesta y por eso está cerrado. Lo están arreglando todo.-
- ¿Una fiesta? ¿En honor a que?- El guardia parecía dubitativo, pero al final mi pestañeo incansable pareció vencer.
- Primero una cena, luego un baile y por último la subasta de una reliquia familiar, pero no se lo digas a nadie. No queremos paparazzis.-
- Oh... comprendo... No se preocupe.- Esbocé mi más simpática sonrisa e hice un movimiento de cabeza como agradecimiento.
- No querrás ir a tomar unas cervezas conmigo, ¿verdad?.
- Verdad.-
Me alejé en dirección a mi moto, me senté y marqué varios números seguidos en mi teléfono móvil.
- ¿Tío?... Si soy yo... Necesito que me metas en la lista de acceso a la fiesta del señor Rodewell. Ajá.. Y creo que tendré que usar la tarjeta de crédito... No te preocupes... Lo sé...-
Ese era el momento favorito para ese tipo de trabajos.. !IR DE COMPRAS!. ¿A que mujer con tarjeta de crédito no le gusta eso?

"La organización" Capítulo 2.

Cuando llegué a la suite dejé caer mi maletín sobre la mesa y mi casco sobre las suaves colchas de la cama, realmente el viaje había sido largo, cuatro horas en tren, dos en avión y media hora en moto para llegar.
Ya hacía mucho tiempo que las señales por aquella zona habían desaparecido.
Trasteé buscando algo en mi mochila, hasta que saqué una pequeña máquina que emitía un suave pitido ante el contacto de mi piel, como si hubiera detectado mi deseo de usarlo, la pantalla comenzó a trabajar, cientos de imágenes se sucedieron una tras otra, hasta que se detuvo.
Me asomé y la miré bajo la luz de la lámpra, sobre la imagen descansaba un título "El medallón de Edion". Una rápida mirada y memoricé las características del medallón, cadena dorada con pequeños destellos azulados y un enorme medallón de color burdeos que parecía emitir luz propia.
Sería otro fácil trabajo... Lo llevaba haciendo toda la vida, para eso había sido educada. La busqueda de objetos mágicos. Ya había devueltos miles a su mundo, el último, la tiara de la Elfa reina.
Esta vez... no iba a ser diferente... ¿O si?
Me quedé dormida con esos pensamientos y todo pareció desaparecer a mi alrededor... Realmente estaba cansada.

"La organización" Capítulo 1

Detuve la moto en la puerta del hotel que mi tío Morguel me había indicado para aquella noche, el casco impedía mi completa respiración por lo que no tardé demasiado en quitármelo para tomar una larga bocanada de aire.
Odiaba aquella ciudad y todos sus habitantes, desde que apenas era una niña ese odio se había ido intensificado, los veranos que había pasado allí, y los perpetuos trabajos que le obligaban a pasar más tiempo del que quisiera entre millonarios ambiciosos y pobres drogadictos. ¿Por qué nunca podían caer en manos de gente normal?.
Cuando entré en la recepción del hotel un enorme hombre, que a lo lejos lo hubiera confundido con un gorila cuatro por cuatro, se me acercó como si me conociera de toda la vida.
- Saludos Yain.- La cara que se me quedó supongo que era una mezcla de extrañeza y de asco al ver aquellos enormes círculos de sudor bajo sus axilas, como si me hubiera leido el pensamiento sacó un enorme pañuelo que tal vez en antaño fue blanco y se lo pasó por la frente, secando parte de ese sudor tan repugnante.
- Y tú eres... -
- !Oh! perdona por no presentarme. - Se encuadró en modo de respeto a un superior, con la mirada alzada al techo y con firmeza se presentó. Al parecer era miembro de la asociación, una especie de relaciones públicas entre las distintas ciudades bajo nuestro control y casualmente había pasado por ahí, por lo que el viejo Morguel quiso que nos conocieramos. Él siempre había dicho que la organización funcionaba gracias a sus miembros y que si uno no cumplía su parte todo se iría al garete.
- Oh... !Encantada!-
- Yo soy el que está encantado. !No sabía que en la organización hubiera chicas tan atractivas como tú, aunque tu tío siempre está tirándo flores a su querida sobrina! !Que si su sobrina era la buscadora más cualificada! !Que si su sobrina será quien diriga la organización dentro de unos años!. ¿Es cierto que los has visto? ¿Realmente existen?.- Mi mirada no se apartaba de aquellas babas que salían de su boca a cada palabra que decía. ¿Realmente la organización iba bien con tipos como él?
- Siento no poder pasar más tiempo contigo. Pero estoy cansada y mañana debo trabajar. ¿Lo entiendes verdad?.-
- Oh claro, claro. !No quiero interrumpirte más!- Me tendió la mano y esperó pacientemente a que yo decidiera si estaba lo suficientemente poco sudada como para estrecharsela, pero jamás llegué a decidirme, por lo que pasé por su lado y palmeé con suavidad su hombro, mientras mentía con la más falsas de mis sonrisas y decía "Espero que volvamos a vernos"

miércoles, 22 de abril de 2009

*La marcha a la batalla I*

La armadura cayó pesadamente sobre mi cuerpo, dejando escapar un sonido metálico que envolvió la habitación, a mi lado una mujer anciana me ceñía las perneras y me colocaba las botas, mientras un joven aguantaba mi arma, la legendaria Lanza Matademonios, la cual, cuando la alcé entre mis manos desprendió una tenue luz que iluminó el lugar.
Avancé hacia los patios traseros de la torre. A cada paso que daba, tras de mi iban uniéndose mas guerreros que mantenían un paso rítmico, mis hombres...
Las monturas ya estaban preparas cuando el sol nos cegó tras abandonar las sombras de la torre, los dragones negros nos esperaban impacientes con las alas dobladas a la espalda y sus escamas iluminadas por el sol.
Esta vez no hubo música, ni vítores, ni siquiera el rey se asomó para darnos su bendición. Mis hombres y yo subimos a las sillas de los dragones y cogimos las riendas. Cuando las alas se desplegaron varios hombres fueron impulsados hacia atrás por el aire brusco que produjeron.
Un simple silbido, y los guerreros alzaron el vuelo. Ni tan siquiera el batir de las alas de nuestros dragones hacían ruido... Silencio. El silencio de aquellos que van hacia su destino, hacia una muerte segura, a la guerra que siglos después fue conocida como... "La última batalla"

martes, 10 de marzo de 2009

*La ladrona y el guerrero* Aira

La ciudad se encontraba llena aquel día, la gente de los pueblos vecinos iban llegando al lugar en pequeños gupos que luego se dispersaban para disfutar de las fiestas.
Los más pequeños acompañados de sus madres se acercaban a los bufones y trovadores que llenaban las calles de canciones e historias. Los hombres participaban en las peleas que se celebraban en diferentes puntos de la localidad para demostra cual de todos ellos era el más fuerte. Los jóvenes aprovechaban las distracciones familiares y desaparecían de los lugares transitados, para encontrarse con sus amados.
La música envolvía las calles que resultaban ser un hervidero de ladrones que deseaban hacer un buen negocio. Las denuncias de robo se volvían habituales durante aquellas épocas, pero mucho de los delincuentes jamás eran capturados.
...
Una mano tiró con suavidad de un pequeño cordel y la bolsa de cuero cayó con suavidad dentro del bolsillo interior de una capa blanca, apenas segundos después, otra bolsa caía en el mismo lugar.
La encapuchada avanzó por la ciudad hasta detenerse en una maltrecha taberna, en la que se adentró con paso lento. Un rápido movimiento y la capucha cayó hacia atrás dejando escapar una larga melena pelirroja en enormes rizos.
- ¿Ya has vuelto Aira? Hoy es uno de los días que más trabajo tenemos en el año y ¿ya has regresado?- La joven alzó la mirada y observó detenidamete a la tabernera.-
- Tengo suficente por hoy.- Aira hizo resonar con suavidad las bolsas llenas de oro que había conseguido en la mañana.- Igualmente ahora iré a jugar al poker.
- ¡Que tiemblen las mesas de las tabernas! ¡Ahí va Aira!-
La joven pelirroja suspiró y pidió un vaso de leche, ya que no le gustaba el alcohol y la última vez que lo había probado... Un recuerdo la hizo temblar intentando olvidar ese recuerdo mientras se alejaba a una de las mesas escondidas en las sombras, lejos de las llamas de la chimenea.
Cuando salió a la calle fue la primera vez que le vio, los clamores envolvieron la plaza cercana a la taberna.
- ¡Es el quinto!- Gritaba alguien entre las multitudes.
Aira se acercó curiosa y lo observó, aquel joven tenía un cuerpo fuerte y en su rostro se mostraba una sonrisa fría, parecía que sabía desde un principio cual iba a ser el destino de la siguiente pelea. El golpe del cuerpo al chocar al suelo fue sonoro y estuvo acompañado por un "uhhhh".
Aira aburrida de aquellas absurdas peleas se colocó la capucha y avanzó mientras preparaba varios ases en su capa.

lunes, 9 de marzo de 2009

*El cazador cazado* Última parte

Damian observó con cierta alegría el lugar que segundos antes había ocupado y que ahora se encontraba siendo atravesado por la espada del ángel. El joven descendió y se apoyó en el tejado contiguo.
La mirada de Gabrielle seguía tan impasible como en el principio. La misma mirada de entonces.
El cuerpo del joven tembló de ira al darse cuenta de la impotencia que sentía. Giró sobre si mismo y comenzó a correr, intentando alejarse lo máximo posible de aquella criatura maldita, o al menos eso fue lo que pensó ella.
Gabrielle soltó una risita mientras se impulsaba para perseguirle.
- Si la presa no huye, no es divertido...No seas como tu abuelo... que ni siquiera pestañeó cuando mi amada espada le devoró.-
Damian se detuvo con brusquedad, cerró los ojos y esperó. Su olor cada vez se encontraba más y más cerca,su respiración regular pronto le resultó perceptible a sus oidos, incluso, supo diferenciar el ruido dela espada cortando el aire.
El joven se agachó en el último momento, se giró y el tiempo pareció detenerse, la espada negra atravesó el aire, anticipándose a cualquier movimiento de su contrincante. Los ojos de Gabrielle se abrieron de par en par cuando la espada atravesó su pecho con brusquedad, el miedola hizo temblar mientras su cuerpo era absorvido por el metal.
- ¡No! - Una pequeña explosión y las alas de la joven se separaron en cientos de plumas grises que llenaron el oscuro cielo.
Damian cogió una de esas plumas y la observó antes de dejarla caer a la carretera húmeda.
- Con los años, el rey de los depredadores debe prepararse para ser superado por alguien más joven y fuerte. Gabrielle... tu equivocación...- Observa la hoja de la espada que parece brillar con más fuerza ahora que ha comido.- fue pensar que eras más fuerte que yo.

*El cazador cazado* Tercera parte.

- ¿Qué soy?- El niño miraba con temor la espada que descansaba sobre sus rodilla. Su abuelo lo observaba con semblante serio, como si estuviera buscando las palabras más adecuadas.
- Damian, tú eres un guerrero, un cazador de la sociedad...-
- ¿Un cazador?-
- Una raza destinada a matar, o morir.- Una extraña fragancia que no había percibido hasta aquel momento le llamó la atención, el anciano olía a ... ¿Sufrimiento?- Somos atraidos por la fragancia de aquellos que son igual que nosotros y guiados por la sed de sangre que tienen nuestras espadas...-
- ¿Matar?.- El anciano se contrajo sobre si mismo como si luchara contra algún tipo de impulso... el olor del niño era demasiado potente para él... La inocencia debería de estar deliciosa...
- La vida del cazador es dura y solitaria... A partate lo máximo de los lugares muy transitados o te verás obligado a pelear... Y sobre todo... Sobrevive... - Como si supiera lo que estaba apunto de ocurrir, en su mano arrugada apareció una esfera blanca que se convirtió lentamente en una larga espada.
Y entonces llegó... aquel olor a Rosas y muerte...
El anciano observó con semblante serio a la encapuchada que se encontraba ante él...
- Damian... ¡Lárgate!- El niño intentó obedecer y salir corriendo, pero la espada le mantenía en el lugar sin poder moverse, las lágrimas surcaron sus mejillas.
El grito desgarrador del niño envolvió el patio cuando la espada de la encapuchada atravesó el pecho de su abuelo. No hubo sangre. La espada con un grito de victoria devoró el cuerpo de su contrincante.
Aquellos ojos, lo más azules que nunca había visto... jamás los olvidaría...
La encapuchada se marchó por donde había venido mientras susurraba "No me mancharé las manos por cazar cachorros, pudiendo cazar presas de verdad..."
Algunos años después, en uno de sus muchos viajes por el mundo, haciéndose más fuerte, Damian descubrió quien era ella, en aquel mundo de peleas era muy conocida por la velocidad con la que mataba a los espadachines más experimentados. En la pirámide de los cazadores, ella era la cúspide.
Gabrielle, el ángel maldito.