En los días siguientes, el cielo se oscureció aún más, impidiendo que el sol se dejara ver, unas extrañas sombras habían comenzado a deslizarse disimuladamente entre las tiendas dejando escapar un agudo silbido que destrozaba los oídos de los habitantes del pueblo.
- Padre... ¿Por qué no huimos?- Tatiara miró a su hermana pequeña, Keia apunto de echarse a llorar miraba suplicante a su padre, el cual respondió de manera fría y cortante.
- Somos Nenshús, nuestra raza no es una cobarde.- Aquellas palabras se clavaron como alfilares en la memoria de Tatiara durante años.
Desde que el viejo haía profetizado la llegada de las sombras, horribles casos habían envuelto a la tribu, cada noche que pasaba, se encontraban más cuerpos de niñas y jóvenes sin vida.
Por más que habían intentando frenar estos ataques con magia, las sombras siempre encontraban alguna fisura por la que internarse en el escudo y acabar con la vida de alguien.
Tatiara y Keia se tumbaron en el lecho que compartían desde hacia años, hicieron bromas para quitarse el temor de ser las siguientes y entonaron una antigua canción que decía así.
Somos Nenshú, en sangre y alma,
somos reyes de magia y armas,
somos señores de la guerra,
somos los amos de la fuerza.
No tememos a la muerte,
no tememos a nuestros enemigos.
Si alguien tiene que temer
que sean aquellos que ofendernos osen.
Soy valiente, soy guerrera,
soy inteligente hechicera.
Soy guerrera y hechicera.
Las sombras no me alteran...
Pero aquella canción no evitó que a media noche Tatiara sintiera una ráfaga de aire frío que la hizo estremecer. Pero estaba tan casnada del día que no tuvo siquiera fuerzas para abrir los ojos. Se giró y abrazó con suavidad a Keira, acurrucándose de nuevo.
Cuando abrió los ojos por la mañana su grito desgarró el silencio, despertando con ella a los aún vivos de la tribu.
El cuerpo de su hermana estaba allí, sin vida, con el rostro atravesado por algo extremadamente afilado que le dejó marcada una cruz y un agujero en su pecho. Le habían arrancado el corazón sin piedad.
Tatiara sintió la sangre reseca de su hermana en su propio cuerpo, las nauseas la obligaron a salir de la habitación. ¿Cómo no se había dado cuenta? ¡La habían matado junto a ella!. Dan, su mejor amigo y futuro esposo la envolvió en sus fuertes brazos mientras la alejaba del lugar. Las lágrimas de Tatiara hubieran sido suficientes para regar toda una cosecha.
Una extraña sensación comenzó a nacer en su interior... Venganza...
No hay comentarios:
Publicar un comentario