Tatiara cerró los ojos furiosa consigo misma, pero los tuvo que abrir rápidamente, la imagen de su hermana y Dan sin vida ante ella la atormentaban.
Se encontraba mal, muy mal... Conocía perfectamente a Dan y era imposible que él hubiera traicionado a la tribu. Él era un verdadero Nenshú, ni siquiera había pestañeado cuando el arma de su padre se había acercado peligrosamente a su cuello.
Desde su muerte, ya no había nadie que detuviera los espasmos de Tatiara causado por los silbidos de las sombras, siempre acababa tirada en algún rincón, con los ojos en blanco y temblando mientras decía cosas sin sentido.
El temor en la tribu cada vez era mayor, las tres o cuatro mujeres que aún seguían vivas, habían decidido huir con sus hijos y parejas... Pero nadie supo que fue de ellos tras traspasar el campo que supuestamente protegía los terrenos de los Nenshús.
Aquella noche a Tatiara se le hizo tarde, había estado entrenando todo el día con varios jóvenes y niños más, preparándose para la gran batalla.
Caminó serpenteando las tiendas, cortando camino entre ellas y fue entonces cuando lo vio. Su padre se encontraba allí, hablando con una de ellas. ¡Una sombra!. La presencia de la niña no pasó desapercibida, la sombra desapareció y el lider de la tribu se giró mirándola al principio con cierta ira y luego de forma cariñosa.
- Tatiara... ¿Qué has visto?
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